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Abrazo mis 40 años. Como si una bandada de aves desconocidas me envolvieran amistosas para admirar la tierra colectivamente, entre plumas viajeras que; cada tanto se agitan escapando. Desaparecen. Resurgen.
Vuelo, y mientras despojo el peso de mi cuerpo, recorro afectuosa los secretos compartidos de los, las y les que pasaron y pasan algún tiempo conmigo. Tiempo. Concepto que no termino de entender, si no como intensidad de pasajes escritos por manos remotas e impredecibles.
Cómo no espiar a mi hija de apenas dos años, paseando apurada para ver el mar. Atravesando una infancia que adorna con derroche nuestros tantos años.
Tiro al barro las penas que no se pueden elevar hasta mi acrobacia. Las entierro. Las exilio. Mis cuarenta, no son más que una sacudida del pasar y el pesar que pelea, como los años de cualquiera, para encontrar una interpretación propia.

Photo by Vivek Doshi on Unsplash