¡Qué lindo niño! le dice una doña a Francisca.
Mi hija le sonríe y corre, escapando de su papá. Retornan a la sala de espera con un globo color rosa que un enfermero les obsequió.
La doña los ve venir y evidencia un asombro incómodo.
La pantalla del consultorio llama: Francisca García, su doctor la está esperando.
Al salir de la consulta, la misma doña nos intercepta y alecciona:
-¡Hay que ponerle aretes y una ropita de niña! Discúlpame hijita, tan linda eres y te he dicho niño.
Sentida y a la vez reparada por el supuesto perdón que Francisca le otorgó, con su mirada de desconcierto, regresó a su asiento y cargó a una bebé risueña, su nieta quizás. Una bebé tierna y robusta de tonalidades rosas.
Francisca coge el globo y apura el paso mientras se despide del hospital gritando: -¡Giobo, niño, giobo, niño, giobo, niño!