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La cordura se minimiza. Un zoom devora mi desgracia y no estoy preparada para alejar esa toma. No conozco la técnica.
Tampoco sé si ese foco a mi desdicha es tan grande como lo percibo.
Llamo a la puerta de mi casa con el sonido juguetón de siempre, porque atrás está mi hija.
Las manos me sudan y los latidos duelen. Inspiro profundamente y ruego tragarme toda la quietud del universo.
Sonrío de mentira. La alzo con el corazón porque mis brazos olvidan la fuerza y mi cuerpo cae cuarteado.
No la puedo cuidar.