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Anda con Nina hasta el infinito. Cuando come la sienta entre sus brazos sin dudarlo. La pasea, la baña, la cambia y también la usa como pelota.
Pregunta el por qué de casi todo:
-¿Por qué no me llegan los pies al descanso de la silla?
-Porque eres pequeña -respondemos.
-¿Por qué soy pequeña?
-Porque recién vas a cumplir tres años.
-¿Y por qué tengo tres años?
-Porque naciste hace casi tres.
Y por qué y por qué.
Pasa las páginas viejas de su libro musical de Mozart tantas veces como le apetece escuchar e imitar el gesto de la cantante en el climax de “Aria la Reyna de la Noche”. Narra los párrafos de la historia del músico como si supiera leerlos.
Luego pide ver folclore peruano, máscaras y trajes de la sierra central la atrapan y corre a buscar mantas y vestidos para bailar como ellas y ellos mientras danzan la “Chonguinada”.
Una o dos pataletas al día derriban su pequeña corporalidad al piso, su melena despeinada le cubre los ojos grandes y las cejas tan pobladas como su cabeza de sueños.
Evoca tiempos y espacios de sus vivencias con tal agudeza que nos confronta con la avaricia de la memoria en la adultez. Recuerda instantes precisos, el llanto de algún niño desconocido, el saludo de una ex vecina, el plato que pedimos en el restaurante donde fuimos con la tía Malena, las escaleras que subimos en Arequipa o los cuadros de ranas de la plaza.
Desde la cocina, la veo saltando sin ropa y con un pañuelo en la mano. La espío y la encuentro frente al espejo, infla la barriga para hacerla más prominente. Esboza gestos y su nariz ñata se abre como la de una vaca; sus pestañas parecen colas de pavos reales machos y sus dientes de ratón se convierten en colmillos salvajes.
Me voy en puntillas y ella llega antes a la cocina, abre una puerta, tira unos trapos, le dice a Nina que llegaron a la playa y le pone bloqueador.
En los silencios que les ofrenda a las paredes de casa, está encajando piezas para conquistar astronautas o piratas en sus mundos.
Cuando vamos a dormir, aprovecho para olerla. Casi lamerla. Le acaricio la espalda, la siento tan grande que me olvido que es de estatura pequeña y nos hacemos una bolita, como cuando estaba en mi panza.
Pero mejor.